martes, 4 de enero de 2011

¿Por qué co*o vamos a la Universidad?

Desde que era pequeña y digo, muy pequeña, el acceso a la Universidad era algo que había que hacer. Simple. No ifs, no buts, no whats? Na-da. Había que acabar el colegio, empezar el instituto, hacer la prueba de acceso y entrar. Punto. Me acuerdo siendo una pequeña (veinte centímetros menos que ahora; sí, 1.35 ¿QUÉ PASA?) mi abuelo me decía tiernamente que estudiara para ser ginecóloga o matrona, una doctora que trajera vida al mundo, que atestiguara el milagro de la vida todos los días, todo el día... Mientras yo leía la historia de los dioses griegos. Y es que, señores, siempre he sido de letras y el asunto no iba a cambiar porque una figura masculina me dijera que eso era lo que había que hacer. Pero, claro, HABÍA QUE IR A LA UNIVERSIDAD, aunque no fuera ginecóloga, ni doctora de ningún tipo.

El asunto al que iba es al vicio permanente y global de estudiar porque necesitamos un título. O de estudiar para trabajar. Estudiar para hacer prácticas. Estudiar para ganar dinero. Estudiar porque quieres hacer feliz a alguien (Aquí, culpable. Mea culpa. Mea culpa.). 

¿QUÉ PASA CON EL VALOR DEL CONOCIMIENTO?

Creo que fue en la novela del amigo Welsh, Porno, en la que se arremete contra la idea thatcheriana de estudiar por estudiar, sin otorgarle el valor intrínseco que tiene el conocimiento para el ser humano. Un valor que se ha estado venerando desde que el mundo es mundo. ¿Por qué sino hubiéramos inventado el fuego? ¿O la rueda? ¿O la escritura, los tallarines, la leche condensada? Alguien estuvo estudiando, quizás no como nosotros, diez días antes del exámen, sino de otra manera. Estudiando, experimentando para hacer crecer el alma, para expandir el pensamiento y llenarse de eso. De sabiduría, conocimiento, experiencia. O, simplemente, de algo nuevo. Algo que no conocíamos. Algo extraño. 

Dios, ALGO NUEVO. La hostia. 

Pero hoy, el asunto se ha retorcido de tal manera, que vamos como unas ovejitas a la universidad, quejándonos, diciendo que deberíamos trabajar para tener más dinero para salir, viajar, pasarlo bien. Pero NUNCA para aprender. Vamos a la Universidad para luego conseguir un trabajo donde de verdad nos enseñen y olvidarnos de todas estas estupideces que nos intentan meter. Por que parece que todo lo que nos enseñan entra, se escupe y luego se olvida. Joder, a cuánta gente he escuchado decir, debería estar en un puto módulo, dos añitos de ná y luego, hala, a currar. Un currante más, una oveja en otra manada. Pero con dinero para comprarnos copas en los bares o, con suerte, comprarnos un coche, una casa... Etcétera. 

No digo en ningún momento que yo sea un alma dorada que va a la Universidad empapándome de una satisfacción permanente de conocimieno nuevo una y otra, y otra vez. Nah, no es así. Pero el asunto que a mi me pasa, a veces, que estoy estudiando y como que me ilumino cuando entiendo las cosas. Vamos a ver, que estudiar la historia del periodismo en España no es un asunto fascinante, pero algo se aprende y nada de eso molesta en realidad. El saber no ocupa espacio, no es una mentira, es una jodida realidad.

Aprendamos, por favor, a no caer en el vicio vano de la queja cuando de aprender se trata. Chico, si no te gusta estudiar y lo haces por obligación, pues déjalo o mámatelo en silencio. 

Y luego te conviertes en un currante donde aprenderás de verdad.